"Eres invulnerable. ¿No te han dado/ los números que rigen tu destino/ certidumbre de polvo?". J. L. Borges

martes, 23 de agosto de 2011

45

Sloterdijk, Peter y Zizek, Slavoj. "Diálogo Slavoj Zizek - Peter Sloterdijk: La quiebra de la civilización occidental". Ñ, Revista de cultura (2011) <http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/politica-economia/La_quiebra_de_la_civilizacion_occidental_0_539346069.html> (sin paginación)
***
Sobre el resentimiento:

"S.Z.: Lo que satisface a la conciencia en el resentimiento es más perjudicar al otro y destruir el obstáculo que beneficiarme yo mismo. Nosotros los eslovenos somos así por naturaleza. Conocerán la leyenda en la que a un campesino se le aparece un ángel y le pregunta: “¿Quieres que te dé una vaca? ¡Pero cuidado, también le daré dos vacas a tu vecino!” Y el campesino esloveno dice: “¡Por supuesto que no!” Pero para mí, el resentimiento, no es nunca la actitud de los pobres. Más bien la actitud del pobre amo, como Nietzsche lo analizó tan bien. Es la moral de los “esclavos”.

Sólo que se equivocó un poco desde el punto de vista social: no es el verdadero esclavo, es el esclavo que, como el Fígaro de Beaumarchais, quiere reemplazar al amo. En el capitalismo, creo que hay una combinación muy específica entre el aspecto timótico y el aspecto erótico. Es decir, que el erotismo capitalista es mediatizado en relación a un mal timotismo, que engendra el resentimiento. Estoy de acuerdo con Sloterdijk: en el fondo, lo más complicado es cómo pensar el acto de dar, más allá del intercambio, más allá del resentimiento. No creo realmente en la eficacia de esos ejercicios espirituales que propone Sloterdijk. Soy demasiado pesimista para eso. A esas prácticas auto-disciplinarias, como en los deportistas, yo quiero agregar la heterotopía social. Por eso escribí el capítulo final de Vivre la fin des temps , donde vislumbro un espacio utópico comunista, refiriéndome a las obras que dan a ver y oír lo que podríamos llamar una intimidad colectiva. Me inspiro también en esas películas de ciencia ficción utópicas, donde hay héroes errantes y tipos neuróticos rechazados que forman verdaderas colectividades. Los recorridos individuales también pueden guiarnos. Suele olvidarse que Victor Kravtchenko (1905-1966), el dignatario soviético que denunció muy temprano los horrores del estalinismo en J’ai choisi la liberté y que fue ignominiosamente atacado por los intelectuales pro-soviéticos, escribió una continuación, J’ai choisi la justice , mientras luchaba en Bolivia y organizaba un sistema de producción agraria más equitativo. Hay que alentar a los Kravtchenko que emergen en todas partes, desde América del Sur hasta las orillas del Mediterráneo."

lunes, 8 de agosto de 2011

44

Pardo, José Luis. Estética de lo peor. Barcelona: Barataria, 2011, pp. 384.
***
Puede llevársela puesta (la cultura):
"Berganza: Usted me concedía hace un momento que incluso las que usted llama «obras de arte» sirven para estilizar la vida.

Cipión: Sí, pero indirectamente. Si usted quiere un servicio inmediato (como el que le proporciona un zapato o una silla), acuda mejor a las telenovelas o a las hamburgueserías. El producto del arte no parece quedar bien definido sólo en términos de cuadros, libros, melodías, estatuas o edificios. Se diría más bien que el producto —por ejemplo— de lo que llamamos habitualmente «la tragedia griega» es un tipo particular de emoción, digamos «la piedad trágica». Una emoción —siguen siendo meros ejemplos— que puede distinguirse perfectamente, entre otras, de la lástima que inspiran algunos héroes shakespereanos, de la compasión que despiertan las novelas de Dickens, de la misericordia galdosiana, de la simpatía por los personajes de Chaplin, de la conmiseración que suscitan algunos protagonistas de western o de la comprensión que suele uno sentir por los papeles desempeñados en el cine por Cary Grant (y, para su escándalo, seguiría con la televisión).

Berganza: Pero, ¿no consiste en esos casos el mérito del artista en que consigue expresar emociones pre-existentes de modo que el «público» se reconozca en los actores del drama (si lo hay) o en cualquier otro tipo de representación?

Cipión: Esta es una hipótesis epistemológicamente poco costosa, heredera de la superstición (arraigada en aquellas famosas «listas de pasiones del alma» a las que fueron tan aficionados los filósofos del xvii y del xviii) según la cual los hombres de todos los tiempos y lugares han sentido siempre, sienten y sentirán las mismas emociones. Pero, en realidad, lo que cada individuo siente en su insondable privacidad glandular es indecidible: es decir, que no se decide qué es lo que realmente sentimos (si es piedad o hilaridad, y si es piedad griega o shakespeareana, si es humor inglés o chirigota) hasta que no es posible una expresión susceptible de ser experimentada en común (y, por tanto, comunicada); cuando esto sucede —y el que suceda es producto del arte—, se ha inventado (o sea: se trata de una ficción) una manera de sentir que antes no existía (o sobre cuya existencia anterior toda especulación es inútil) y que, al tornarse existente —o, lo que es lo mismo, comunicable—, nos proporciona una redescripción inédita de nosotros mismos, de aquellos con quienes tenemos en común ese sentimiento y, en suma, amplía nuestra capacidad de sentir (que es lo mismo que nuestra capacidad de comunicar nuestros sentimientos) más allá de los límites de nuestra concreta polis, por lo cual no es recomendable encargar a los políticos la lista de emociones que los poetas deben inventar.

Berganza: Pero, entonces, se trata de un asunto exclusivamente privado.

Cipión: Yo preferiría decir íntimo, pero no sé si es realmente importante" (13-14).

lunes, 1 de agosto de 2011

43

Van Dijk, Teun. Ideología. Una aproximación multidisciplinaria. Barcelona: Gedisa, 1998, pp. 473.
***
Reduciendo la reducción:
". . . esta base biológica de la mente no significa que para hablarsobre la mente y sus propiedades y analizarlas se necesite una reducción a la neurobiología o, más allá aun, a la bioquímica o la física de las neuronas o células cerebrales, así como hablar de la acción no requiere un análisis de los movimientos musculares (y de las propiedades moleculares y atómicas de los tejidos nervioso y muscular), de la misma forma que un debate sobre el discurso tampoco tiene que estar necesariamente basado en referencias a los órganos articulatorios o auditivos, las ondas sonoras, la química de la tinta o las propiedades electromagnéticas de los discos del ordenador.

Es decir, todos estos intentos de reducción que ocasionalmente perjudican la investigación académica no son normalmente más que una forma de fundamentalismo, a veces bien intencionado, pero ingenuo. Desestiman la necesidad, tanto del sentido común como científica, de entender y teorizar sobre la realidad a distintos niveles o dimensiones de observación, esperiencia y pensamiento, y sobre abstracciones y cosas que esa misma mente construye para nosotros como-si-fueran-reales, tales como ideas, acciones, personas, grupos y la sociedad misma.

En tal sentido, la mente es un producto de sí misma y es un constructo muy práctico, utilizado de múltiples maneras tanto en las vida cotidiana como en emprendimientos científicos . . . Aquí la cosificación no es más que un producto inevitable pero útil de nuestro entendimiento . . . Las mentes, así entendidas, son a la vez 'medios de producción' y el 'producto' de actividades mentales como el pensamiento. En esto consiste el análisis y la teorización"(34).