"Eres invulnerable. ¿No te han dado/ los números que rigen tu destino/ certidumbre de polvo?". J. L. Borges

lunes, 27 de agosto de 2012

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Ingham, Geoffrey. Capitalismo. Madrid: Alianza Editorial, 2010, pp. 371.

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Culturizarse

"Como señaló Weber, en la Silesia de finales del siglo XIX, donde las pautas de consumo limitadas por la tradición no habían desparecido completamente, resultó inútil tratar de aumentar la producción de los campesinos con incentivos monetarios. Aumentar su retribución sólo sirvió para que los campesinos redujeran su esfuerzo hasta el punto necesario para satisfacer su nivel acostumbrado de consumo. Aplicando la misma lógica a la producción empresarial, Weber se preguntó por qué los primeros fabricantes capitalistas, sin estar sometidos a ninguna compulsión económica, persistieron en buscar más beneficios de los que eran necesarios para satisfacer sus necesidades de consumo. Como es bien sabido, identificó un distintivo 'espíritu del capitalismo' que había convertido la búsqueda de beneficios mediante el cálculo incesante de ganancias netas en un fin en sí mismo en lugar de en un medio de para lograr el estilo de vida culturalmente prescrito. Pero ¿cómo daban esos empresarios sentido a su actividad históricamente atípica? ¿Por qué, durante el capitalismo temprano previo a la competencia en los mercados de productos, se esforzaban en obtener beneficios con el único fin de invertirlos en la empresa? La peculiar 'ética' del protestantismo, concluyó celebremente Weber, tenía una 'afinidad electiva' con el 'espíritu del capitalismo' [...]

La compulsión de obtener beneficios en el capitalismo moderno tiene hoy día un fundamento puramente estructural; es decir, la genera la lucha por la supervivencia en los mercados competitivos, así como las demandas de dividendos por parte de los accionistas. En ningún otro ámbito eso es más evidente que en la exigencia absoluta de que los deseos de los consumidores se estimulen sin límite, para que la disminución de la demanda no dispare una recesión y una espiral descendente de cierres fabriles, desempleo y, en última instancia, turbulencias políticas y sociales. En la actualidad, el 'fetichismo de la mercancía' de Marx se ha institucionalizado en la cultura del capitalismo moderno y la identidad personal en el capitalismo moderno se ha logrado en gran medida con la exhibición de un 'estilo de vida' peculiar basado en el 'consumo conspicuo'.

Sin embargo, últimamente se ha afirmado que los incentivos puramente materialistas alimentados por las insaciables demandas de cosnumo nunca podrán ser fundamento suficiente de la continua predisposición de los individuos a participar en el sistema capitalista. La avaricia, el hedonismo y el egoísmo desenfrenado nunca podrán proporcionar al capitalismo una legitimación ética, por lo que el sistema seguirá suscitando críticas. Paradójicamente, esto estimula continuamente la formulación de nuevas justificaciones ideológicas, es decir, de un nuevo 'espíritu del capitalismo' que ensalce los beneficios colectivos definidos en términos del bien común que supuestamente el capitalismo puede ofrecer. Por ejemplo, el discurso de los textos dedicados a la dirección de empresas se ha apropiado valores de la crítica contracultural del capitalismo de la década de 1960 y los ha utilizado para caracterizar nuevas formas no jerárquicas de organización del trabajo en las que los individuos pueden experimentar su autonomía y autoexpresión"(77).